23 de Abril de 2024
Comenzó hace más de cuatro años y hoy encuentra su forma más acabada: gastronomía al paso, rica y saludable, con calor de hogar.

Vive Verde inauguró un hermoso local en el barrio de Recoleta, fiel a sus convicciones pero con un plus de diseño y comodidad.

Fit, veggie, saludable: estos son algunos de los términos que parecen configurar un nuevo esquema de alimentación en muchas ciudades. Incluso en Buenos Aires, donde proliferan las hamburgueserías y cervecerías, capital del vino y del asado, esta tendencia encontró su lugar hace algunos años y no detiene su marcha. Cada vez se suman más propuestas que tienen como eje ofrecer una cocina de producto, más natural, honesta, equilibrada y sana. 

En este marco surgió Vive Verde, el proyecto de Rodrigo Collazo, un emprendedor de 38 años que progresivamente abandonó su vida de consumo inconsciente y migró a un nuevo concepto: comer mejor y dar de comer mejor. Luego de dejar su trabajo en un rubro distinto, en 2013 se embarcó en una aventura para gestar su primer local en la calle Mansilla. Aquel Vive Verde original aún existe hoy, con una oferta de platos ideales para llevar o pedir por teléfono, además de un sector destinado a la venta de alimentos envasados provenientes de pequeños y medianos productores argentinos. Gracias a una ecuación simple (comida rica, nutritiva, a precio amable y con envío a domicilio), la apuesta arriesgada de Rodrigo se convirtió en un éxito.

5 de Enero de 2018

Rodrigo Silvero

A mediados del año pasado, comenzó la búsqueda de una nueva propiedad para seguir construyendo la idea de Vive Verde. ¿Qué idea? Expandirse en distintos formatos y ubicaciones de la ciudad. Más de 12 meses después, Rodrigo dio con la clave: una casona de 1900 en el corazón del barrio Recoleta, que originalmente era una galería de arte. La mesa principal, comunitaria con capacidad para 6 personas, es una reliquia familiar que encontró su ambiente perfecto. El almacén, mucho más grande que el primero, organizado en la sucursal de Mansilla, se alzó con tablones viejos, y el cartel donde se montó el logo de la marca lleva partes de un antiguo barco. Aunque cambió todo, se conserva el espíritu de galería gracias a los cuadros de artistas vernáculos que cuelgan de las paredes.

La bienvenida la da un mostrador infaltable, con la oferta de comidas para llevar o probar in situ, acompañada de algunas bebidas, yogures y postres. Hay empanadas, tartas, hamburguesas vegetarianas para comer o para freezar, ensaladas, pastas. Lo exhibido es lo mismo que uno puede pedir para llevar a una mesa y lo que se puede pedir para consumir en casa, en la oficina o al aire libre. Si bien el nuevo Vive Verde es una invitación a quedarse, tiene un salón con 22 cubiertos y una estética familiar y relajada, no salen platos demasiado elaborados de la cocina ni hay meseros, no se produce especialmente para el restaurante ni existe ninguna etiqueta para sentarse. Ves lo que querés, te lo calientan y aprovechás para disfrutarlo en un lugar agradable. Conserva su impronta fundamental: Vive Verde es un fast good.

Entre las novedades figuran que toda la producción se centralizó en este nuevo espacio -aquí se preparan los más de 250 platos que despachan entre los dos locales diariamente- y que se está poniendo el acento en platos del día con inspiración internacional. Un martes te podés encontrar con un menú italiano de lasagna (de calabaza, zapallito y zanahoria con salsa de tomate y masa integral) o canelones (de espinaca, ricota, tomate, verdeo y salsa blanca), y un jueves un ceviche peruano o un plato liviano con receta de Venezuela. Por lo demás, la cocina sigue teniendo un gran approach a las dietas vegetarianas y veganas, pero sin llevarlo al extremo. Es decir: no todo es tofu (aunque no falte) y hay preparaciones que llevan pescados y pollo, además de ser muy similares a los platos caseros típicos que adoramos todos los porteños.

Hay milanesas (de seitán o gratinadas de berenjena), hamburguesas (veggie, con queso y tomate), woks de arroz (yamaní, con hongos y queso crema), fajitas (con lentejas, palta, tomate, cebolla morada, morrón y cilantro), pastel de brócoli y queso, tortilla (de papa, calabaza, zanahoria, espinaca, zapallito y huevo) y chipá. Hay, también, una infinita cantidad de wraps gourmet, como el Oriental (salmón ahumado, brotes de soja, pimientos, espinaca, jengibre y tofu), el Ramón (jamón crudo, tomate, aceitunas, rúcula, palmitos y parmesano) o el Tabuleh (cous cous, tomate, perejil y verdeo).

¿Algo más? Sí, sándwiches de cuatro estilos, como el Vive Pollo (en pan integral, con mix de verdes, pollo, tomate cherry, cebolla morada y aderezos) o el Vive Seitán (en pan de campo, con milanesa de seitán, queso gratinado, tomate, lechuga francesa y zanahoria rallada). La carta se completa con postres tradicionales: cheesecake de limón, manzana asada y ensalada de frutas.

Es cierto que el nuevo local funciona como un increíble aliado para los vecinos del barrio a la hora de salir del trabajo y pensar qué preparar para la cena: en una pasada rápida te podés llevar platos bien hechos y económicos (por persona, se gastan entre 110 y 150 pesos argentinos dependiendo de si es un plato solo o si se suman bebida y postre). Pero es también un pequeño edén para distenderse y tomar una cerveza artesanal con un snack saludable. Hay porrones importados y nacionales. También hay vinos orgánicos, geniales para acompañar una comida íntima.

La selección de productos envasados es muy interesante: en la sección de mercado se pueden comprar pastas artesanales, crema de maní, mostazas y especias, yerbas orgánicas, chips naturales, granolas y barritas de cereal, dulces premium de diferentes provincias, aceite de oliva orgánico, wasabi importado, cous cous, leche de coco, blends de té de autor, jugos y smoothies orgánicos y más, todo de marcas reconocidas y muy recomendadas en el mundillo foodie.

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