3 de Mayo de 2024
La uva silvestre nativa

La uva silvestre nativa

Aparentemente, ningún naturalista (entre ellos Aimé Bonpland y Alejandro von Humboldt, los más conocidos expedicionarios por toda América) recuerdan en sus apuntes de botánica a la uva nativa de los lugares por donde les tocó pasar. Por lo visto nunca se toparon con algún diminuto racimo que les hiciera recordar a las uvas españolas. Sin embargo, en el continente americano existían las vides silvestres mucho antes de la llegada de los europeos. Después de la conquista, los colonizadores españoles encontraron vides silvestres en muchas regiones del nuevo continente, por tanto, en la Provincia del Paraguay no podían dejar de existir. Y de hecho existen, o por lo menos existieron, unos pequeños racimos de frutas dulces muy parecidas a las uvas que trajeron los europeos y a las que los guaraníes denominaban “pichu’ãi” y que consumían directamente cuando estaban maduras. Se desconoce si el zumo (que los indígenas exprimían con las manos) del “pichu’ãi” sufría algún tipo de manipulación hasta alcanzar el grado alcohólico que produce naturalmente una fermentación, como lo hacían con el ka’u’y de maíz, de mandioca o de batata.

En el año 1523, exactamente el 20 de marzo, el conquistador español Hernán Cortés firmó un decreto en el que se ordenaba a los españoles con encomiendas plantar de forma anual unas mil viñas españolas y autóctonas por cada cien indígenas que tuvieran a su servicio, esto con el fin de lograr una rápida hibridación ( proceso de mezclar especies o variedades para su mejor aclimatación) en las nuevas tierras.

Los primeros cultivos de viñas se hicieron alrededor de las Reducciones. En 1531, Carlos V de España ordenó que todo navío con destino al nuevo continente llevara viñas y olivos para cultivar. Así salían barcos cargados de viñas que lograron aclimatarse rápidamente en los territorios de la América del Sur -entre ellos el Paraguay- donde los curas jesuitas enseñaron a los nativos el oficio de viticultor, logrando producir grandes cantidades de vino que se consumía localmente y se enviaba a Buenos Aires y a España.

Cuando en una época llegó a ser tan abundante la producción de vino en el país, la corona española prohibió el cultivo de la vid en estas tierras, porque ya le hacía competencia a los vinos españoles. A pesar de la prohibición los conventos mantuvieron viva la producción de vino en las regiones donde estaban asentadas las misiones jesuíticas. Pero mucho antes de la final expulsión de los hijos de Ignacio de Loyola, la producción de vino ya había entrado en decadencia debido a la falta de renovación de los cultivos de las vides. No obstante, quedaron algunas plantas de uva moscatel que en 1870, con el advenimiento de la Triple Alianza, desaparecieron por completo sin dejar rastros.

11 de Diciembre de 2014

Alacarta

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