Cenar en lo de Agostino es toda una experiencia. Agostino Sambuco es un personaje de muchos colores, sin duda napolitano de sangre pura. Esto se traduce en un amor simbiótico con la comida que prepara. Verle amasar con sus manos expertas, mientras te cuenta una anécdota lejana, sin duda hace que la masa se impregne de puro corazón, y la pizza sale como un pedazo de cielo horneado a 500 grados.

Luego del amable ritual de saludos y anécdotas entre paesanos, pasamos a lo nuestro. “Agostino, vai con la pizza!”

Agostino arrancó la noche con un Calzone. Si no soy un fanático de esta derivación de la pizza es por que no tuve un buen predicador; el Calzone que propuso Agostino parecía una empanada hecha por el mismo Leonardo Da Vinci:  Prosciuto, Aceitunas, Hongos y una Mozzarella sabrosa, cocinada en su punto más justo con una masa jugosa y consistente. Fue un digno comienzo.

Luego nos deleitó con una Pizza alla Puttanesca; si bien conozco la receta para hacer con spaghetti, la pizza tenía una derivación única: Aceitunas negras, Alcaparras, Ajo y Orégano, acompañados de otro ingrediente típico de la cocina povera napoletana, las anchoas. La combinación fue singular y cuando llegó el postre, quedamos enamorados.

Agostino nos preparó de remate una sfoglia di Nuttella hecha con masa de pizza, la bien conocida Nutella, y una salsa liviana de frutillas. No soy muy amigo de los postres, pero esta alternativa fue un final maravilloso. Un café después, y un amazza caffè (un amaro) nos dejó como nuevos.

La pizzería de Agostino es un lugar con mucha esencia, seguramente vamos a repetir,  con el corazón en mano.

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