26 de Abril de 2024
Esta historia tiene dos partes: el brindis y el vino. Las dos forman una tradición tan arraigada en nuestra cultura que es imposible imaginar que festejemos sin brindar.

Comencemos por el brindis. El Manual Internacional sobre Alcohol y Cultura dice que el brindis “es probablemente un vestigio de antiguas libaciones sacrificiales en las que se ofrecía un líquido sagrado a los dioses: sangre o vino a cambio de un deseo, ‘¡larga vida!’ o ‘¡a tu salud!’. Este ritual tiene sus raíces en la cultura occidental, pero otras culturas también tienen sus propias tradiciones en las que consumir una bebida está relacionado con ideas de celebración y honor. Es una práctica muy antigua que nos ha acompañado hasta hoy, algo modificada, pero siempre en celebración.

Cada año repetimos el ritual del brindis festivo con champagne o espumante. El designado toma la botella para descorcharla, todos esperan el ruido del corcho al saltar y después el sonido de las burbujas doradas y brillantes del líquido que ha sido liberado y que es servido en las copas. Cuando todos tienen su copa, las alzamos y entrechocamos deseando los mejores augurios para el año nuevo. Es un momento de esperanza en un futuro no escrito que deseamos sea mejor para todos. Bebemos el líquido burbujeante y sellamos nuestros deseos hasta el año que viene despidiéndonos de un pasado que ya no volverá.

Lo festivo radica en un nuevo nacimiento por el cual brindamos ilusionados con champagne o cava o vino espumante. ¿Pero por qué brindamos con champagne o espumante? Ya sabemos que el ritual del brindis es muy antiguo, pero el brindar con champagne o vino espumante es una costumbre mucho más moderna.

 

 

Hay registros que desde la era terciaria había viñedos en la región de Champagne, pero el cultivo tradicional de la vid y la producción de vino comenzó a partir del año 57 a.C., cuando Julio César invade la Galia y los romanos se asientan en esta región. Siglos después en Champagne los únicos enólogos eran los monjes que venían produciendo vino sucio rojo por más de 1000 años.

Fue recién en el siglo XVIII que aparece el vino espumoso en Champagne. Algunos dicen que fue el monje francés Dom Pierre Pérignon su inventor, otros que no lo inventó él sino que introdujo mejoras a su producción y embotellado, como el bozal de alambre para evitar que el corcho saliera disparado.

La historia es que el vino de las burbujas gustó mucho y muy pronto el champagne de Reims se comenzó a asociar con la realeza francesa. No es para menos porque Reims capital de la región de Champagne es la ciudad donde se coronaron ¡33 reyes de Francia! Obviamente había mucho que festejar y el vino de Champagne (el de las burbujas) era perfecto. En 1728, el aficionado al champagne e influyente del siglo XVIII, el rey Luis XV, decretó que solo los vinos de Champagne podían enviarse a la corte en botellas de vidrio. La orden fue importante para la región porque significaba que si los aristócratas ricos querían emular a su monarca y beber vinos embotellados altamente efervescentes, tenían que comprarlos en Champagne.

Así, el Champagne se convirtió en la bebida “sinónimo de celebración” más buscada por la élite en las capitales del mundo occidental a medida que avanzaba el siglo XVIII. Sin embargo, la disponibilidad del vino espumoso solo para la “élite” pronto cambió.

Con la Revolución Francesa de 1789 se puso fin a la asociación del Champagne con los monarcas y aristócratas. En 1796, cuatro años después de la abolición de la monarquía francesa, el primer presidente de los Estados Unidos antimonárquicos, George Washington, sirvió champagne en una cena de estado. El momento fue un importante marcador histórico de que esta bebida ya no era solo para la aristocracia.

En la segunda mitad del siglo XIX, el aumento de la oferta y los mejores canales de distribución en el mundo hicieron del Champagne un producto que la mayoría de las familias de clase media podían pagar. También hubo un importante esfuerzo de comercialización de las bodegas productoras para colocar sus burbujas como una bebida de celebración. Las imágenes y lenguaje en las etiquetas estaban dirigidos a parejas, futuros padres, Navidad, Año Nuevo y los anuncios y campañas publicitarias asociaban al champagne con todos los acontecimientos festivos.

Y colorín colorado... es así como siempre brindamos con champagne, cava o espumante, pero este cuento no ha terminado, seguramente lo seguiremos haciendo durante mucho tiempo más.

12 de Febrero de 2021

Alacarta

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