Música suave, luces de neón, pocas mesas y techos altos nos invitan a entrar a investigar la carta. Apenas llegar ya empiezan las sorpresas porque la propuesta es bien diferente a lo que veníamos viendo en cuanto al ritmo de servicio y el volumen de comensales. Sorprende además la posibilidad de comer en la barra entregándose a un menú de pasos que cambia según la estación y la disponibilidad de ingredientes por lo que no hay otra opción que relajarse, dejarse llevar y disfrutar. Una opción refrescante en medio de tantas versiones de menús larguísimos.
Santa Mónica Alberto de Souza 5215. Abierto martes a jueves de 19h a 00h y viernes y sábado de 12h a 15h y de 19h a 00h.
Para los más clásicos existe una carta corta pero bien sustanciosa, varias opciones de platos que buscan, además de saciar el apetito, alimentar de la mejor manera al cuerpo con ingredientes frescos, locales y de estación. Trabajar con pequeños productores respetando los ciclos de cada uno de los ingredientes del plato es un objetivo que se refleja en las comidas que llegan a la mesa. Para empezar, tenemos varias opciones de entradas justas para abrir el apetito e iniciar la charla mientras decidimos el plato de fondo.
Chips de batata o mandioca con salsas de la casa son una buena idea para comer con las manos y compartir alguna cerveza pero, sin duda alguna, la vedette de este sector de la carta es la Croqueta de chipa guazú: una delicia innovadora que viene con encurtido de rabanitos, pepinos y coronada con salsa secreta riquísima. Una maravilla sabrosa que lleva a la querida chipa guazú a otro nivel. Les recomiendo esta opción como entrada.
Para los que llegan con un poco más de apetito hay opciones más contundentes aunque lo difícil es decidirse entre el sándwich de asado a la olla o el de mila de pollo. Ambos vienen con la riquísima mayonesa de la casa y los recomiendo fuertemente. Entre los platos de fondo encontramos tres opciones muy logradas: la hamburguesa de la casa bien yankee con queso cheddar y panceta; la terrina de papa con carne estofada plena de sabores o la milanesa de pollo con puré de batata y una vuelta de sabores con un kimchi muy logrado. Recuerden: no se van a olvidar de este kimchi.
Para este tramo opté por una pasta rellena de calabaza con salsa de miso y ¡sorpresa!, además de deliciosa es liviana, sabrosa, diferente y apta para vegetarianos. Una perlita imperdible.
Para los adoradores del postre hay opciones que se van moviendo según el ritmo de las estaciones.
Por mi parte, me tocó probar un fantástico flan con toffee de miso y compota de quinotos y una mousse de chocolate con salsa ácida de frutas y crocante bien crocante.
Además, algo que no puedo dejar de contarles es lo amable de la atención. Buenas caras y eficiencia son detalles que se agradecen y destacan.
Por otro lado, el ambiente es bien ecléctico y muy logrado. Grafitis y grandes arañas conviven en total armonía con el gran vitral que separa al salón de la calle y con el movimiento que se percibe de la cocina que está ahí nomás, presente pero sin invadir. Sin duda alguna, si se quieren sorprender con un lugar diferente, deben conocer esta propuesta y abrirse a una nueva experiencia.
Anímense a dejar la calle afuera y entren a este pequeño templo, Santa Mónica los arropará.